¡Vaya días! ¡Vaya días!
MARTESEl martes por la tarde salí de la oficina hacia el aeropuerto de Barajas para mi
viaje a Bruselas. El viaje empezó mal porque me confundí de terminal. Habitualmente
Brussels Airlines salía de la T4, pero desde el 30 de septiembre sale desde la T2, así que no miré el billete y me fui a la T4...
MIÉRCOLESEl martes seguía MUY cabreado por la historia que ya conté el
lunes pasado. El miércoles me encontré con mi colega sueco y con la Comisión Europea e celebramos una reunión muy productiva. Al salir quedé con el sueco para la cena. Salimos con los finlandeses y les llevé a
Chez Leon.
JUEVESEl jueves tuvimos una reunión interminable en la Comisión. El orden del día tenía 9 puntos y a las 17:15 habíamos terminado con 3. Como la hora prevista de finalización eran las 17:30 pensé que iban a finiquitar la reunión, pero pensaron que era mejor aprovechar el tiempo. Yo me marché a las 17:40 porque si no, no llegaba al avión, que tenía la salida prevista a las 20:10.
¡Horror! Había nevado. Las calles tenían nieve y pensé que si conseguía agarrar un taxi, nos podíamos tirar en la carretera horas... así que me fui en metro a la Estación Central para tomar el tren que en 15 minutos deja en el aeropuerto. Los trenes también tenían problemas. Venían con media hora de retraso y cuando me monté, iba muyyyyyyy despacio. Era exasperante: parecía que no íbamos a llegar nunca. A las 18:55 llegué al aeropuerto, creí que era suficiente una hora y cuarto. Saqué la tarjeta de embarque, facturé la maleta (llevaba otra bolsa en la mano y el portátil) y me fui a las puertas de embarque.
Al llegar mosqueo generalizado: habían cancelado muchos vuelos, entre ellos los dos anteriores de Brussels Airlines a Madrid, aunque el nuestro no parecía tener problemas. La nieve se acumulaba alrededor del avión pero poco más. Había comentarios de todo tipo y ya le dije a una persona que estaba esperando el mismo vuelo: "hasta que no esté en Madrid no me lo creo". Montamos en el avión, nos sentamos y nos hicieron la demostración de seguridad. Esperamos y esperamos y esperamos... seguía nevando y la nieve empezó a cubrir las ventanillas... la comandante nos dijo que íbamos a esperar a que escampase un poco la caída de la nieve. Esperamos tres horas y a las 23:00 nos dijeron que el aeropuerto había cerrado y que el vuelo estaba cancelado. Nos indicaron dónde nos debíamos dirigir y allí había una fila infinita ya que habían cancelado vuelos a media Europa (de todas las compañías) y para atender al público había ¡
4 personas!
En resumen, me puse en la cola a las 23:15 y salí de las cola a las 10 de la mañana del
VIERNES.
Inicialmente me daban un vuelo Bruselas-París-Madrid, pero uno de mis compañeros de aventuras, que ya tenía ese trayecto vino a avisarme de que estaban cerrando los aeropuertos de París, así que pedí que me enviasen a través de Málaga. El encargado pretendía dejarme en Málaga y que allí me buscase la vida, pero conseguí convencerle de que me enviase a Madrid con el vuelo de Spanair (al fin y al cabo miembro de Star Alliance como Brussels Airlines y yo iba de Bruselas a Madrid, no a Málaga).
Amanecer en el Aeropuerto de Bruselas el viernes 18 de diciembre
El vuelo salió con unas cuatro horas de retraso porque en el aeropuerto de Bruselas solamente hay una máquina para quitar el hielo de los aviones...
En Málaga se portaron de cine los de
Spanair asignándome un nuevo asiento en el siguiente vuelo, ya que perdí la conexión con Madrid.
Tuvo una cosa buena toda esta experiencia: los conocidos que hice en las 11 horas de espera. Dos argentinos encantadores (como suele ser habitual en los argentinos) y dos chicas encantadoras, especialmente la que lleva diez años viviendo en esas frías tierras bruselenses. Lo malo es que uno de los argentinos estaba agobiadísimo porque el viernes por la noche tenía vuelo a Buenos Aires y veía que noiba a llegar. Se agobió hasta el punto de que cuando llevábamos dos horas sentados en el vuelo a Málaga y veíamos que no salía, se levantó y se marchó para "buscarse la vida". El otro se quedó y fuimos juntos hasta Madrid. Espero mantener el contacto con ellos.
Al final llegué a Madrid a las 20:30 sin maleta.
Pero llegué. Eso sí, tuve que pedir a
M. que me fuera a recoger porque continuaba la huelga de taxis. Me llevó a casa, me duché y nos fuimos a la
cena sueca de Navidad que habían preparado
Patricio y Nuri en su casa. La cena me supo a gloria porque estaba buenísima y porque no había comido nada más que un sandwich y una magdalena en 24 horas. Esa cena supuso un gran descubrimiento para mi: los arenques. También el descubrimiento de unas bebidas suecas preparadas en casa con canela y otras especias que me levantaron el ánimo. ¡Por fin algo bueno en esta semana!