Este día era en el que Charlotte nos iba a abandonar en Blois pero íbamos a recoger a JuanMa. Como su mujer tiene menos vacaciones que él, le animó a que sustituyera a Charlotte. Aprovechamos las excelentes comunicaciones por tren que tenía Blois.
Nos levantamos tempranito y fuimos al Castillo de Chenonceaux. Es un castillo hermosísimo, según las guías de lo mejorcito del Loira y no nos defraudó. Es un castillo-puente. No es muy grande, para lo que pensamos que es un castillo, y eso le da un gran encanto. Además se nota que quien lo construyó y sobre todo quien lo habitó consiguió hacer de él un verdadero hogar.
Pequeña decepción al llegar y ver una de las fachadas con andamios.
Junto a nosotros, a la derecha hay una torre que fue el germen del castillo.
Pero al dar una pequeña vuelta por los jardines pudimos contemplar el castillo en su esplendor.
El interior es agradable y acogedor donde se nota la mano de las mujeres que acogió: Diana de Poitiers y Catalina de Médicis. Destaca un salón de baile que ocupa prácticamente una planta del castillo.
Este salón fue utilizado como frontera entre la Francia ocupada y la Francia libre en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Dios, nunca se usaron los explosivos que los nazis habían puesto en el castillo.
Desde las ventanas de este salón se contemplan maravillosas vistas del río Cher.
En la finca donde está el castillo hay una granja.
Con la escultura (inevitable en este viaje) de Manolo Valdés.
Volvimos a Blois para recibir a JuanMa, que había salido por la mañana de Madrid a París en avión y allí había tomado un tren hasta Blois. Aprovechamos para pasear por la ciudad y después nos fuimos al Castillo de Cheverny.
Este castillo es celebérrimo por haber sido el modelo escogido por Hergé para el Castillo de Moulinsart, donde vivía el Capitán Haddock.
Pero Hergé suprimió las dos torres laterales.
Es un castillo que sigue perteneciendo a la misma familia desde hace cientos de años, que explota la finca y que ha formado cooperativas con los agricultores y ganaderos de la zona. Todos los productos los venden en la tienda del castillo, además de todo lo relacionado con Tintín.
Una parte del castillo no se puede visitar pues es donde vive la familia propietaria. También enseñan en una habitación las fotografías de los actuales dueños y sus hijos, así como el vestido de novia en la última boda, hace pocos años. Seguró que salió en el "Hola" francés.
Después de eso volvimos todos a Blois para visitar la ciudad detenidamente y esperar la llegada del tren París - Madrid que había de llevarse a nuestra querida Charlotte. Por cierto, hay que destacar la belleza de Blois y su castillo, y el placer de pasear por sus calles.
Otra estatua de Juana de Arco, omnipresente en el Valle del Loira.
1 comentario:
Bonito todo, deberé ir.
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