Hoy he tenido una reunión improductiva en el trabajo. Una de esas reuniones de un comité en el que me metieron porque soy un gili****** y en una sala donde los pingüinos hacían carreras. Pero de vez en cuando hay algo que justifica plenamente la reunión y, en esta ocasión, han sido dos de esas historias que no se le hubieran ocurrido ni a Jardiel en su mejor momento.
Se ha hablado de uno de nuestros jefes provinciales y, casualmente, alguien ha comentado que en una habitación que se usa como almacén, ha montado una carpintería y como es muy manitas, ha hecho algunos muebles para la oficina. No he podido evitar un ataque de risa floja que me ha durado hasta bastante más tarde de terminar las cuestiones sobre esa oficina. Si es que no se me pueden decir ciertas cosas en las reuniones.
Lo segundo que me ha alegrado el día de reunión ha sido que al terminar, una de las asistentes, a quien no conocía me ha dado su tarjeta. Pero no, no era una tarjeta al uso, era una tarjeta que tenía en el reverso un calendario y en el anverso una felicitación navideña, su nombre y ¡su foto! Guardo la tarjeta como oro en paño porque dará mucho juego en las reuniones con amigos.
Ferragosto
Hace 3 meses
2 comentarios:
Claro, esas cosas hay que comentarlas, com vino y cena.
Qué haríamos nosotros sin la fauna laboral para hacernos reír en el día a día... :-)
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