Hola a los pocos lectores que deben quedar del género "blog". Hoy con un poco más de tiempo del habitual, he reflexionado sobre el episodio que he vivido este verano en el trabajo.
Contrariamente a lo que suele pensar la gente, he vivido un procedimiento administrativo en el que se ha respetado las leyes mucho más de lo esperado (de lo que suele esperar el público y de lo que esperaba yo). Se ha cumplido la letra y el espíritu de las leyes.
He vivido la instrucción de un expediente que tenía por objetivo decidir si se sancionaba a un funcionario por determinado comportamiento. La superioridad ministerial ha tenido un comportamiento escrupulosamente neutral en este expediente y nos ha dado total libertad para hacer lo que quisiéramos (y me da que el cuerpo le pedía a más de uno emplumar al funcionario). He tenido libertad absoluta y he redactado el informe que he creído oportuno. De hecho le he dado un coscorrón al propio departamento por una metida de pata estratosférica que tocaba de manera tangencial al expediente pero que figuraba en él.
En resumen, tuve entre manos un buen marrón, pero me he encontrado libre
de presiones, cosa que me sorprendió. Lo malo es que fue en agosto, mes
que pretendía ser tranquilo y en el que pensaba hacer alguna chapuza en
casa, cosa que no fue posible porque el volumen del expediente exigía
que me quedase por las tardes a estudiarlo.
Ferragosto
Hace 3 meses
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