viernes, 10 de agosto de 2007

Día de piropos

A pesar de que el tiempo hoy era un poco más fresco en Las Palmas, no dejamos de estar en verano. Así que como hoy estaba harto, fui con mis bermuditas y mi camiseta casi-fosforita (que no conoce M.) y las cholas (chanclas, en Canarias) al trabajo.
Alucino con las chicas del trabajo: expresiones de admiración por doquier, cosa que no me esperaba. La verdad es que últimamente no hacen más que echarme piropos. Lo digo sonrojándome de verdad. Incluso uno de los piropos el día que volví de Madrid y que tuve un intercambio intenso de miradas con un muchacho en el autobús. Casi todas están casadas, pero hay dos que no lo están y una de ellas no hace más que echarme piropos y más piropos... hasta llego a estar un poco incómodo con ella. La otra directamente dice que soy muy joven para ella, pero que "estaría muy bien con una de sus sobrinas".

También hubo expresiones de sorpresa y uno de mis compañeros me dijo que "claro, como el jefe está de vacaciones..." (se refería al jefe hijo de p***) ya le dije que no lo había hecho por eso, pero que la tentación era mucha: recibirle de esta guisa el día que vuelva de vacaciones.

Cuando uno de los jefes me preguntó le respondí la verdad, que no me gusta el estereotipo del ingeniero. Su respuesta fue que yo no soy un ingeniero de los tradicionales, que no me hace falta romper la imagen porque ya la he roto. Uno de mis antecesores aquí era un tío que iba a todas partes con traje y corbata, gemelos, etc. Mucha parafernalia para ir a meterse a lugares sucios, que es lo más habitual en este trabajo.

Otro de mis antecesores es el jefe hijo de p***, que no se caracteriza por su facilidad para relacionarse con los demás y que también es de los que levita a diez centímetros del suelo.

He aquí un curioso ejemplo en esta foto: ni el traje que lleva uno ni la imagen rompedora del otro con su famoso jersey garantiza la profesionalidad ni el buen hacer de su trabajo. Es algo a lo que todo el mundo se tiene/nos tenemos que acostumbrar.


Como el becario se quedó también sorprendido, y ya que el otro día me había contado alguno de sus problemas (incluido el encuentro con su exnovia) le confesé que cada día que me viera de esta guisa significaba dos cosas:
  1. que el día que me compré la prenda en cuestión tenía una crisis;
  2. que el día que la llevo puesta estoy en crisis.

Bueno, a ver qué opinan el día que vaya con los pantalones de cintura baja.

Estoy seguro de que a M. no le importaría, en absoluto que me pareciera un poco a Tobey en Spiderman ¿verdad? Con o sin traje.

(Fotos cortesía de Paul-Bedstory)

Pues te vas a tener que conformar con lo que hay...

(Fotos cortesía de Paul-Bedstory)

Otra de las sorpresas vino por el jefe de la inspección de ayer: me felicitó porque la hice rápido y bien y no se enteró de nada (solamente de la comida) y encima le hice el informe en un momento.

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