miércoles, 1 de agosto de 2007

Vuelo de vuelta

Ayer viajé de vuelta a Las Palmas. El vuelo fue muy bueno, no se movió nada, pero lo malo vino cuando el comandante nos dijo la temperatura en el aeropuerto: 44 º C. No me lo creía. Muchos de los que no conocen Canarias se creen que aquí estamos en un verano perpetuo, pero no es así. Aquí hace fresco (no tanto como en la Península) y calor (no tanto como en la Península), lo que hace que este clima suave sea agradable.

No me extraña que sea tan difícil controlar los incendios forestales: el calor y los vientos.

Ayer tenía el día observador y me fijé en algunos de mis compañeros de viaje. Yo iba en el pasillo y en la ventanilla más cercana estaba un oriental que no hablaba nada de español, inglés u otro idioma que yo conociera. Creo que no concocía más idioma que el suyo. Tenía ese peinado-despeinado propio del dibujo manga y sonreía mucho… que es lo que solemos hacer cuando no entendemos nada. Lo malo es que tenía unas uñas casi tan largas como las de Fu-Manchu. Menos mal que las tenía limpias.

En la otra ventanilla había un tío con cierto atractivo: rapado, cachitas, pero demasiado “fashion” para mi. Con su camiseta D&G de tirantes para lucir la inversión en horas y cuotas de gimnasio, piratas de Tommy, el bolsito de Armani y las gafas de sol de Chanel. ¡Vaya despliegue de marcas!

Estaba admirando sus brazos cuando levantó uno para abrir el aire acondicionado sobre su asiento y ¡¡¡horror!!! ¡¡¡Tenías las axilas completamente depiladas!!! Lo siento mucho, pero es algo que me supera. Me da muchísima grima que un chico se depile completamente las axilas. Es algo irracional y hasta discriminatorio, porque lo veo natural en una chica, pero en un chico me parece… ¡puag! También se había depilado el pecho, por supuesto, pero no el resto del cuerpo. Examinándole más detenidamente, perdió su atractivo físico y pasó a ser una reinona de la moda. La sorpresa vino cuando le vi dar un beso de película a una morena impresionante en el aeropuerto. ¡No era gay! Por una vez el “radar” no había hecho bien su labor, había confundido a un gay con un hetero-gay.

La sorpresa de verdad vino cuando iba a coger el autobús (guagua) hacia la ciudad. Al llegar un chico me empezó a mirar fijamente… ejem, llegué a pensar que yo tenía la bragueta abierta. Y me lanzaba miraditas de soslayo a cada momento mientras yo hablaba por teléfono con M. Cuando estábamos en la cola para subir se puso a hablar conmigo: ¿es esta la guagua a Las Palmas?, mucha sonrisita, etc, etc. Aluciné en colores y estuve correcto, pero nada más. No le di conversación.

Cuando subí al autobús (ays, la guagua) el tío se subió detrás de mi y se sentó exactamente en la misma fila que yo, cuando tenía medio autobús vacío.

Durante el viaje más miraditas directas… ¿creo que me persigue? No soy ningún Adonis, tampoco el jorobado de Nôtre Dame. Entonces me llama mi hermana y charlo con ella mientras llegamos a nuestro destino. Dejo que la gente se baje porque voy con la mochila y el teléfono y no quiero prisas. ¡Y el chico esperando sentado en el autobús! Hubo un momento en que estábamos solos dentro (además del conductor, claro).

Me quedé muy sorprendido de la “desenvoltura” del tío. Quizá sea lo normal, y que yo soy la timidez personificada.

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