La muy cabr*** no se dejaba acariciar cuando acercaba mi zapatilla para darle una colleja por entrar sin permiso y corría muchísimo. Al fin la atrapé, por supuesto, y ... ya no puede caminar.
Dejé la ventana de la cocina abierta y por ahí se coló. Lástima, porque anoche había una corriente muy agradable.
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