Esta tarde recibí una llamada.
Hace unas semanas escribí una entrada en la que contaba que había escrito una carta a un amigo de mi padre, un amigo de la juventud. Hoy me ha llamado. Estrictamente hablando me llamó su mujer porque me dijo que su marido está muy afectado y que estaba "bastante lloroso". Precisamente tres días antes de recibir mi carta habían estado viendo unas películas que habían rodado cuando vivían en España, a principios de los sesenta. Una películas cuando iban de excursión las dos familias...
Después de un rato de charla con su mujer, se puso el amigo de mi padre y... solamente me dijo "hola", no pudo más y escuché cómo lloraba. Tuve que sacar fuerzas de flaqueza y decir un par de tonterías, ya que ahora vivo cerca de donde ellos estudiaron de jóvenes.
Era una llamada que me sorprendió, me entristeció pero me dio mucha alegría recibirla. Produjo todos esos sentimientos. Me sorprendió porque no creía que fueran a hacer el sacrificio de una llamada telefónica que es bastante cara, cuando sé que ellos no están muy bien económicamente. Me entristeció porque era a consecuencia de la muerte de mi padre. Me alegró recibirla porque pude apreciar que aunque escribo bastante mal, creo que les supe transmitir el gran aprecio que les tenemos nosotros y que ese aprecio es, en gran medida, fruto de lo que nos contó mi padre.
Además creo que se alegraron porque vieron que no les teníamos olvidados, que si habíamos perdido el contacto era por habernos dedicado al cuidado de mi padre. Seguramente mi padre no quiso contarles cómo estaba y por eso no escribió ni llamó en mucho tiempo.
A mi también me alegró mucho poder hablar con ellos después de tantos años. En realidad casi ni les conozco en persona, porque vinieron por última vez cuando yo tenía unos 6 ó 7 años, pero de todo lo que escuché en casa sobre su vida a mis padres, me parece que les conozco de toda la vida.
Ferragosto
Hace 3 meses
2 comentarios:
esa es la verdadera familia.un abrazo
Sí, tú lo has dicho.
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